Cuento de Alfredo Herrera titulado «Los olvidados». Ilustrado por Vicky Casellas. Una publicación más en nuestra categoría de #microcreatividades
Compartimos con vosotros un nuevo cuento de Alfredo Herrera. Os mostramos solo el inicio. Si os interesa leer el cuento completo podéis descargarlo en el enlace que aparece al final de este post.
«Hoy me he levantado de mala gana. Normalmente, trabajo desde casa con lo que me ahorro los madrugones y los viajes hasta la oficina, pero hoy nos han citado a todos para una de esas sesiones de «puesta en común». Estamos cerca del periodo en el que tenemos que planificar la estrategia para el año que viene y, según nuestros jefes, estas reuniones son la mejor manera de crear sinergias.
A mí solo me generan «alergias»… Con lo bien que se está solo. Siempre he defendido que la mejor relación a mantener con la gente es a distancia y sin contacto. Y, sobre todo, de manera anónima, sin compromisos ni ataduras.
Justo cuando salgo de casa, me encuentro con la vecina de al lado. Una señora que siempre intenta charlar conmigo. Los encuentros con ella son interrogatorios donde intenta sacar la máxima información posible y yo procuro contestar rápidamente con monosílabos. Esta vez, para evitar su parloteo, entro en el ascensor y me coloco rápidamente los cascos de música en la cabeza. Sin embargo, ella me toca el brazo varias veces. Parece que tampoco hoy me puedo librar de sus preguntas.
– Oiga joven. ¿A usted también se le ha ido la luz? – me grita al oído con una fuerza descomunal .
– ¿Cómo dice? ¿la luz? – acierto a comentar mientras la miro atónito.
– Si, joven. Al parecer ha habido un gran incendio en una empresa que ha afectado a una instalación eléctrica. Un caos. Los bomberos han estado toda la noche intentando apagarlo y…
Mientras mi vecina me repite con absoluta fidelidad las noticias, mi cabeza no para de pensar. Inmediatamente miro a la batería y compruebo horrorizado que mi móvil está a punto de morir. También me acuerdo de la copia de seguridad que anoche dejé preparada.
Rápidamente, mi mano se abalanza sobre el botón de emergencia y, sin pensarlo, paro el ascensor…
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