Compartimos con vosotros, dentro de nuestro apartado de Microcreatividades dedicado a la creatividad cotidiana, un nuevo relato de Alfredo Herrera inspirado en la ilustración de Vicky Casellas que aparece a la izquierda:
«¿Cómo presentarme? Mi vida, en general, apenas tiene relevancia. Mi nombre, mi ciudad de nacimiento o de trabajo apenas tiene importancia. Los estudios, aprendizajes o dedicaciones cotidianas son totalmente intrascendentes. Mi círculo de amistades se podría representar por un conjunto vacío, por un planeta solitario y remoto en el conjunto de galaxias del universo. Un folio en blanco, inmaculado, es la mejor representación de mi biografía, mis logros o mis aficiones. No soy nadie, mejor dicho, soy un don nadie.
Todos sabemos que nuestra sociedad destaca por la exaltación del triunfador. Una cultura donde el vencedor es admirado hasta los límites del fanatismo, donde los premios se otorgan en base a unos valores de supremacía, donde el éxito se gratifica con una cegadora veneración individual o colectiva. No descubro nada nuevo si digo que toda esta continua obligación de ser el mejor nos hace rivalizar hasta convertir en enemigos a todos los demás seres humanos. Nos hace despreciar a quien no logra su objetivo y rechazamos hasta la ignorancia más absoluta a los que no forman parte de la élite ganadora.
Es tal el afán competitivo que nos conduce a las situaciones más extremas. Como por ejemplo, que la caída del pedestal sea considerada un gran fracaso. Como que el antiguo campeón sea olvidado al mismo tiempo que se ensalza rápidamente a su sucesor. Como que los sobornos, las trampas, los amaños estén presentes en todos los ámbitos donde hay alguna competición y que se tenga que destinar una cada vez mayor cantidad de recursos a tratar de evitar y destapar todos estos trucos. Como que la organización de cualquier evento sea una actividad tan lucrativa o que cada vez haya más y más concursos tan diversos como intrascendentes.
Yo, sin embargo, no tengo ningún interés en esta carrera hacia la gloria. Mi objetivo es justo lo contrario: permanecer en la gran masa del anonimato. Y cuanto más abajo del escalafón, mucho mejor. Nunca encontrarás mi nombre entre los laureados o premiado, sino todo lo contrario, en la parte baja de la tabla.
Para mí, no hay mayor placer ni mayor satisfacción que el ver la felicidad de las personas al conseguir superarme, sea en la actividad que sea. Porque al formar parte de su competición, les proporciono una mejor autoestima y una considerable alegría. Y lo mejor de todo es que al ganarme, me consuelan diciendo frases como «otra vez será», «lo importante es participar» o «has jugado bien, pero no has tenido suerte». Ellos no saben que mi derrota es mi mayor logro. Mi gran premio consiste en no tener ningún éxito. Mi competición consiste en no competir.
Nunca seré un líder o un jefe. No destacaré en ninguna afición o trabajo. Mi mayor habilidad será formar parte de ese numeroso grupo de secundarios. Tan intrascendentes como necesarios. Porque nunca habría ganadores sin nosotros, los perdedores. Nadie estaría en ningún escalafón si no existiésemos nosotros, esta gran masa de gente anónima por debajo. Sin nuestra participación, no existiría ningún ganador. De nuestra mediocridad depende su vanagloria.»
Si os ha gustado podéis encontrar más cuentos de Alfredo Herrera en este enlace:
https://www.artecasellas.es/category/creatividad-y-microcreatividades/
Genial! Las dos caras de la misma moneda, el pensamiento ganar-perder, o tú o yo. Me gustan más las combinaciones ganar ganar, perder perder, tu y yo. Gracias x la inspiración
Muchas gracias Lourdes por tu comentario.
Gracias, Lourdes. En este relato he querido resaltar que todos somos ganadores aunque no recibamos los premios y alagos de los demás. Nuestro valor está en la satifacción que conseguimos con cada tarea que realizamos.