Ilustración de Vicky Casellas

Ilustración de Vicky Casellas


 
A continuación tenéis, dentro de nuestra sección de microcreatividades, un nuevo cuento de Alfredo Herrera inspirado en la ilustración de Vicky Casellas que aparece encabezando este post:

«Los habitantes de la región llevaban bastante tiempo en una continua duda: elegir el lema/ bandera que les identificara. Un lema que fuera la representación de todos los ciudadanos, una bandera que representara la unión de todos y cada uno de los ciudadanos. Sin embargo, la elección de este símbolo, que debía ser de cohesión, les tenía en discusión permanente.

Para los encargados de gestionar los recursos,  lo más importante era la forma de gobierno que daba a la población la opción de participación en la organización pública. En cambio, los intelectuales defendían la importancia del sistema educativo como el principal valor para progresar. Por su parte, otro de los grupos proponía la capacidad de afrontar los retos y superarlos ya que ese carácter había sido fundamental para alcanzar la actual situación de bienestar.

A pesar de estar de acuerdo en estas ideas, aquellos que venían de otros lugares preferían resaltar la capacidad de integración de las personas tanto los recién llegados como los que llevaban ya mucho tiempo en ese nuevo país. En cambio, para los estudiosos de la teología y ética, los mejores valores se correspondían a los de cumplir con los preceptos divinos y destacaban los fuertes sentimientos humanos de empatía de todos los habitantes.

En otro grupo, estaban aquellos que destacaban las grandes ventajas del trabajo en equipo o la superación de las dificultades o incluso los aprendizajes que aportaban los errores.

Como no se ponían de acuerdo, decidieron llamar a los más sabios del pueblo para ver si ellos lograban resolver el dilema que les traía de cabeza. La decisión de este grupo era valorada y asumida por todos, no solo porque sus miembros estaban escogidos entre los mejores, sino también porque su visión era siempre ecuánime.

Después de oir las distintas opiniones, se retiraron a deliberar. No les llevó mucho tiempo encontrar un punto de cohesión para todas las opiniones y para ofrecer su veredicto decidieron reunir a todos los habitantes en la plaza del pueblo.

Una vez que estaban todos allí, los sabios mostraron una gran bandera llena de miles de colores que, entre todos, entretejían a su vez un sinfín de nuevos matices. Al contemplar en detalle los colores, se apreciaba que estaban formados por las imágenes de las caras de todos y cada uno de los habitantes del pueblo. También se incluían los animales, árboles e incluso las montañas y ríos que formaban parte del paisaje natural.

Mientras enseñaban la obra, uno de ellos se adelantó para hablar: «Este es el resultado de nuestro trabajo. Nuestro pueblo es como el cuerpo humano donde cada una de las partes es tan importante como las otras. En nuestro cuerpo, la oreja tiene el mismo valor que el estómago o las arterias; el pelo o la piel son tan vitales como el corazón o las manos. Si  perdemos una de esas partes o incluso si alguna deja de funcionar correctamente, el resto del cuerpo siente esa pérdida y tiene que suplir esa carencia con la aportación del resto de los miembros.»

Y añadió como ejemplo: «Si el cuerpo es atacado por un virus, enfermedad o cualquier otro elemento externo dañino, todos se unen para luchar contra esa amenaza. Todos colaboran para conseguir un mismo objetivo: volver a  sentirse sano. No hay  jefes, ni subordinados. No hay nadie con más premios o con mayores recursos económicos. Los pulmones hacen su trabajo, las piernas o el hígado el suyo. Sin pedir nada a cambio de ese cometido. Cada uno aporta su valor y ninguno puede prescindir de los demás.»

De igual manera, nosotros formamos un todo que además estado unido con el resto de pueblos, con el aire que respiramos, el mar o con el resto de los seres vivos. En esa diversidad está nuestra fuerza y nuestra capacidad de mejorar día a día.»

Si os ha gustado el relato podéis dejarnos un comentario, muchas gracias 🙂