Estuve viendo en el cine el documental “Camino a la escuela” de Pascal Plisson. En la sala había personas de todas las edades. Me impresionó la confianza que las familias que aparecen en la película ponen en los niños y jóvenes considerándoles capaces y responsables como para afrontar todo tipo de peligros y vicisitudes camino de la escuela.
También me asaltaron algunas preguntas:
– ¿Por qué los aprendizajes de nuestros niños y jóvenes, en muchas ocasiones, no resultan lo suficientemente útiles para sus vidas?
– ¿Por qué en las escuelas, en muchos casos, se desperdicia la energía de los jóvenes o la experiencia de los ancianos?
– ¿Por qué no entendemos que nuestro proceso de aprendizaje dura toda la vida y no termina cuando dejamos la escuela?
– ¿Por qué no entendemos que Internet ha cambiado el paradigma del aprendizaje?
Las familias que protagonizan el documental entienden el aprendizaje como algo profundamente valioso para la comunidad. Mucho tiene que gustarle a esos niños aprender para ser capaces de asumir tanto esfuerzo a cambio de conocimiento y mucho tienen que confiar en que este conocimiento es la llave de su trascendencia personal.
Mientras veía la película me sentí especialmente emocionada en el momento en que uno de los profesores da las gracias por tener a sus alumnos sanos y salvos en el aula después de haber afrontado con esfuerzo peligros y obstáculos. Recordé una historia que contó Marc Prensky en el Global Education Forum de 2010 sobre una profesora china. Prensky recorre las escuelas de todo el mundo y quedó impresionado ante la actitud de una maestra que daba las gracias a sus alumnos, tanto a la entrada como a la salida de la clase, por permitirla compartir su conocimiento con ellos. Cuando Prensky preguntó a la maestra porqué lo hacía ella le explicó que los respetaba mucho porque serían las personas responsables de conducir el mundo en el futuro.
Cuando un niño que va en una silla de ruedas, empujada por sus dos hermanos pequeños, durante una hora y media dos veces al día por caminos, que muchos de nosotros calificaríamos de intransitables, dice “venimos sin nada y nos vamos sin nada” hay que escucharle como se escucha a un maestro.
Robin Sharma en su libro “Éxito, una guía extraordinaria” habla de que continuamente aprende de sus hijos porque simplemente está dispuesto a ello. La adquisición de conocimiento ha de basarse, entre otras cosas, en el respeto a las personas, independientemente de la edad que tengan, ante la posibilidad de que cualquiera puede enseñarte algo si estás dispuesto a aprender. Ahora, más que nunca, el aprendizaje es ubicuo, es decir, puede producirse en cualquier momento o lugar. Compartir conocimiento, sobre todo en esta era de Internet en la que aprender está al alcance de muchas más personas, requiere un cambio de paradigma.
El conocimiento no sirve si no lo podemos aplicar al mundo real. Todos los niños que aparecen en el documental tienen muy claro que aprendiendo serán capaces de mejorar personalmente y mejorar su entorno. Y mientras, ya son maestros porque nos dan ejemplo con su compromiso, su esfuerzo y su positivismo.
A estas alturas de mi vida, tanto como profesora como alumna, veo que he cometido muchos errores y he perdido mucho tiempo al considerar ciertos algunos paradigmas obsoletos con respecto al aprendizaje. Estos niños me enseñan más que muchos de los cursos sobre pedagogía que he llevado a cabo. A esta alturas, siento que tengo que desaprender tanto como aprender y mucho que agradecer.