Yayoi Kusama, artista contemporánea nacida en 1928 en Matsumoto (Japón), es conocida como la artista de los puntos y las redes infinitas. Su obra nos conecta directamente con su mundo interior, con su psicología y su carácter. Con la niña que sigue sufriendo alucinaciones recurrentes y que aprendió a convivir con problemas mentales derivados de su dura infancia.
Este complejo mundo interior de acumulación, repetición, luces y colores estridentes,
obsesiones y círculos ha visto su manifestación tangible en esculturas, pinturas, decorados, escritos y hasta en los accesorios de una reconocida firma de moda francesa, suponiéndole todo ello un prestigio de índole internacional, así como distinciones de la talla de la Orden de las Artes y las Letras de Francia en 2003 o el Praemium Imperiale de Japón en 2006.
Su obra artística comenzó en los años cincuenta y fue a finales de esa década, en un contexto de posguerra en el que Japón estaba inmerso en la derrota y que, en palabras de la artista, era “demasiado desdeñoso con las mujeres”, cuando decidió emigrar a Nueva York. Esta marcha fue, de alguna manera, una huida de su familia y de las ideas conservadoras que sus padres deseaban para ella. En Estados Unidos entró en contacto con la vanguardia creativa del momento, siendo influenciada por los movimientos sociales y los artistas del lugar, haciéndose amiga de personajes de renombre tales como Andy Warhol, Georgia O’Keefe y Joseph Cornell. Asimismo, encabezó movilizaciones contra la guerra de Vietnam y se empapó del movimiento feminista, reflejado en toda su obra.
Pasada esta etapa, en 1973 decidió regresar a Japón, donde continuó su actividad artística y literaria, decidiendo ingresar voluntariamente en 1977 en una institución psiquiátrica cercana a Tokio, hecho que no le ha impedido continuar adentrándose en el arte como vía para superar sus miedos y delirios.
Sus obras, expuestas en galerías tan importantes como el Museo Whitney de Nueva York, el Centro Pompidou de París o la Tate Modern de Londres, son espejos de una psique traumatizada por el sexo y enredada en pensamientos obsesivos, que le hacen una artista sinigual e inclasificable.
Excéntrica y sorprendente, y a la vez geométrica, infantil y simple, sus formas nos llegan a recordar a las estructuras fractales, presentes en lo más sencillo de la Naturaleza y compuestas, a su vez, por las más complejas fórmulas matemáticas.
Así es una de las artistas contemporáneas más controvertidas del panorama internacional.
Escrito por Gloria González diplomada en Empresariales, licenciada en Economía y Máster en Acción Solidaria Internacional de Europa, ejerciendo profesionalmente como coordinadora de proyectos educativos.
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